Alberto Moyano
Si ser vasco ya supone un esfuerzo extra, según Bernardo Atxaga, ser
Bernardo Atxaga tiene que ser agotador. Por un lado, una cierta
adulación sospechosa de ser deudora de motivos extraliterarios. Por
otro lado, una denostación idéntica. Publica hoy un periódico de Madrid
que Jon Juaristi dice en ‘Cambio de destino’ que el autor de
‘Obabakoak’ es “un gran vendedor de crecepelo” y cuenta en ese libro
cómo “muy hábilmente supo ausentarse de la reunión en la que se firmó
el primer manifiesto público contra ETA”.
Y así será, si lo cuenta Juaristi, pero ¿cómo evitar los malos
pensamientos y sospechar que si Atxaga hubiera firmado el manifiesto en
cuestión, Juaristi hubiera pasado de calificarle de “gran vendedor de
crecepelo” a “gran diseccionador del alma vasca”?
Atxaga presenta hoy, junto a Montxo Armendariz, el guión de ‘Obaba’,
una película que, más allá del esforzado entusiasmo con el que algunos
se empeñaron en acogerla allá por el Festival de Cine, creo que ya se
puede calificar de fallida o, directamente, de petardazo. Se firme lo
que se firme.