Alberto Moyano

Hace unos meses fue ‘The Musical Box’, el clónico redivivo del
concierto que Génesis ofrecía allá por 1975 y reinterpretado por un
grupo de imitantes. Estuvo en el Kursaal y arrasó. Hace unos día, lo
tocó el turno a ‘The Abba Show’, el espectáculo que virtualmente
devolvía a los escenarios al terrible grupo sueco. 3.600 espectadores
en dos sesiones. Ahora, anuncian en la capital británica “Sinatra at
the London Paladium’, un evento “en el que el tratamiento de la imagen
por ordenador permite que Sinatra cante como si estuviera vivo”.
Es la moda replicante y está aquí para quedarse. Básicamente, se rige
por las mismas leyes que la falsificación de piedras preciosas.
Estos clones son a la música lo que las muñecas inchables al sexo, lo
que la Real al fúbol y lo que el borroka eguna de hoy a las huelgas
generales.
Y, en contra de lo que pudiera pensarse, cuentan con el apoyo
incondicional de la autoridades e instituciones, encargadas
teóricamente de garantizar el crecimiento cultural y espiritual del
público. Ahí tenemos la réplica de la cueva de Ekain, a inaugurar en
abril de 2007, y que pone las últimas tecnologías al servicio de la
reproducción de una cueva prehistórica y unas pinturas realizadas
rudimentariamente hace miles de años.
Todo esto, al final, lo único que denota es falta de respeto por el
criterio del público y desprecio por el artista y su obra. Si nadie se
plantea replicar las esculturas de Chillida, ¿por qué lo hacen con las
obras que una mano anónima pintó en Ekain? O dicho de otra forma, si
las réplicas son fantásticas, ¿por qué no encargar una del ‘Guernica’
de Picasso en lugar de reclamar el traslado del original a Euskadi?