Alberto Moyano
ETA, los Grapo, Al Quaeda, la Yihad Islámica, los Hermanos Musulmanes,
el Frente Judaico de Liberación, el Frente de Liberación de Judea, los
servicios secretos franceses, los marroquíes, la policía española, los
municipales de Alcobendas, los Iluminati, los Castrati, los templarios,
la junta madrileña del PSOE, El Fondo Sur del Real Madrid o el Euskadi
Buru Batzar.
Sí, sí, sí, lo confieso y lo confieso con todas las letras: no existe
ni el menor indicio que permita identificar a quienes cometieron la
matanza del 11-M. Por supuesto. La puta mochila puede ser de los
teroristas yihadistas, de los etarras, de policías entregados al poder
socialista o incluso a Labordeta. Sin duda, el peluquero del
‘tunecenico’ era cuñado de un vecino del dueño de la Herriko Taberna de
Arrona. Y hasta es posible que los explosivos fueron robados en el
solsticio de verano, en clara complicidad con las sorginas del Anboto.
Claro, ¿por qué no? Todo es posible en El Mundo.
Pero lo que sí tengo clarísimo –ya lo tenía claro antes del 11-M– es
que si tu Gobierno amparra, instiga y anima el inicio de una guerra,
las bombas pueden acabar cayendo en un lado, en el otro o en los dos.