Alberto Moyano

Ya lo decían las abuelas: no hables con desconocidos. En una variante
tragicómica de la mariposa que mueve sus alas en China y provoca un
seismo en Wisconsin, una pareja de Oñati entabló conversación con un
individuo en el Camino de Santiago y el resultado fue una conferencia
de Paulo Coelho �el peregrino en cuestión� en el pueblo.
Dice el autor de “A
orillas del río Piedra me senté y lloré” �precioso título no apto para
diabéticos� que nunca le ha molestado que los críticos digan que hace
libros de autoayuda y yo lo creo. De hecho, es probable que, dado su
ritmo de facturación de beneficios, no le importe que los críticos
digan que hace hard-core, novela histórica, novela negra o sudokus.
Entre las perlas que ha colado en sus obras figuran, por poner unos
ejemplos, “es necesario aprender lo que necesitamos y no
únicamente lo que queremos”, “el guerrero es transparente en sus
acciones y secreto en sus planes”, “lo que ahoga a alguien no es caerse
al río, sino mantenerse sumergido en él” o incluso “todas las batallas
en la vida sirven para enseñarnos algo, inclusive aquellas que
perdemos”.
Si la vida es un western, Coelho es el charlatán que recorre los
pueblos vendiendo crecepelo. Lo curioso en este caso es que los
‘calvos’ no sólo han fabricado un multimillonario a base de
descomunales ingestas de sabiduría de garrafón, sino que se le acercan
para agasajarle con regalos. Y encima, contra más crecepelo se vende,
más ‘calvos’ aparecen. En fin, que de pena.