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Alberto Moyano

El jukebox

Agur, Ikea, agur

Alberto Moyano

«Se nos está acabando la paciencia», advierten los responsables de Ikea
en una entrevista que publicaba ayer DV, haciendo suya de paso una
frase que han repetido miles de sus clientes, a la hora de montar el
mueble que les han endosado en la megasuperficie sueca. «Prácticamente,
hemos descartado instalarnos en Donostia», repiten desde hace meses
esos mismos responsables, en una especie de amago estirado hasta el
límite y que recuerda a esas visitas pesadas que nunca terminan de
irse, a la espera de que les digas: «¡No, hombre! Quedaros, quedaros».
Pues parece que va a ser que no, para lamento de los sectores más duros
de la clase media, ávidos de recorrer el nuevo Ikea, como quien salva
pantallas del vídeo-juego, y sin necesidad de desplazarse hasta
Barakaldo, ahora, o Pamplona, en el futuro.
En el fondo del asunto, late la incredulidad de la multinacional ante
los problemas que han surgido para su instalación en Donostia.
Problemas, al parecer, irresolubles, a pesar de que Ikea es sinónimo de
riqueza, infraestructura esencial y, prácticamente, un derecho humano
inalienable. Un fenómeno que pulveriza la lógica económica, tal y como
la hemos conocido hasta ahora, y que obligará a revisar en profundidad
los pilares que, se supone, favorecen el crecimiento económico: «Desde
que se estableció Ikea en San Sebastián de los Reyes han surgido unos
300 pequeños comercios relacionados con el mueble. No destruimos, sino
que dinamizamos», sentencia el director de Expansión Ibérica SA y tanta
bondad, la verdad, te dispara el azúcar.
¡Qué pesados! Tanto «redecora tu vida», «redecora tu vida». Que no, hombre, que no. Redecora tú la tuya. Por Navarra o por ahí.


agosto 2006
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