Alberto Moyano
Arranca mañana la Mostra de Venecia con la adaptación cinematográfica
que Brian de Palma ha realizado a partir de la novela de James Ellroy
‘La dalia negra’. La obra es más o menos el resultado de la sublimación
de una pesadilla del propio escritor, hijo de una enfermera alcohólica
asesinada en un crimen nunca aclarado por la Policía. «Para Geneva
Hilliker Ellroy, 1915-1958. Madre: veintinueve años después, esta
despedida de sangre», reza la dedicatoria que Ellroy escribió al inicio
de ‘La dalia negra’, turbia novela que ilustra el viaje a los infiernos
de dos policías que investigan el asesinato y mutilación de la joven
Elizabeth Short, en Los Angeles, a finales de los años cuarenta. Culpa
y redención, en definitiva, disfrazadas de pesquisa policial a través
de varios submundos sórdidos.
Obviando las críticas que se publicarán pasado mañana, habrá que
esperar a su estreno para comprobar si De Palma le ha cogido el pulso a
la historia, ha sucumbido bajo su peso o, simplemente, la ha
sacrificado en el altar de un hipotético taquillazo.
Por lo demás, la Mostra se presenta más Venecia que nunca, esto es,
enterrada en visitantes de relumbrón a cuyos pies se arrollidarán
paredes y paredes de fotógrafos. Es lo suyo en una ciudad convertida en
parque temático, trazada a base de gente haciendo cola, con una sede
festivalera de diseño atroz y desprovista, para colmo, de vida
nocturna. Pues nada. Que suba el telón y tal.