Alberto Moyano
“Sé gay, joder, pero no tanto”. Éste es el mensaje de tolerancia que la
mayoría social está dispuesta a enviar al homosexual, según se
desprende de algunas intervenciones registradas anoche en el debate de
‘La ciudad se mueve’, en TeleDonosti.
Bajo la sombra de Aimar, una joven que hace un par de meses resolvió
con el suicidio la contradicción que para una mente masculina supone
vivir en un cuerpo femenino, el debate retrató una vez más la
inconsistencia de las posiciones más conservadoras. Así, el
representante del Foro Español de la Familia realizó un gran esfuerzo
por demostrar que la felicidad de cada uno no radica en las leyes que
puedan aprobar las mayorías parlamentarias. Sin embargo, se supone que
el objetivo final de todas las leyes es la felicidad humana y, en todo
caso, no explicó por qué una ley no puede dar la felicidad, pero sí
puede quitarla, como sucede en su caso con la ley de matrimonios
homosexuales.
Hubo críticas a ese orgullo gay que se traduce en carrozas de pluma y
lentejuela, y se reclamó la autocrítica del colectivo homo. Tampoco
faltó la llamada ciudadana que equiparó tener un hijo gay con ser padre
de un deficiente. No hubo mala intención en la llamada y eso fue lo
peor.
Por lo demás, la nuestra es una sociedad más o menos ilustrada, plural,
democrática y secular, pero en el caso de Aimar, lo mismo le hubiera
dado vivir en la Edad Media.