Alberto Moyano
La implantación de un par de líneas de tranvía en San Sebastián a un
coste presuntamente disparatado constituye una insólita historia: el
Gobierno Vasco promete una inversión multimillonaria y el Ayuntamiento
se resiste, apoyándose en sus informees.
El debate de ‘Barra libre’ que anoche abordó el tema en Teledonosti
salpicó al resto de modelos de transporte público e incluso al
renqueante modelo de transporte en bicileta. Los veintisiete millones
de usuarios que registró el pasado año la Compañía del Tranvía
donostiarra fue esgrimida por los partidarios del tranvía como
demostración del estancamiento de cifras en lo referente al transporte
público, por cuanto la cifra coincide con alcanzada hace sesenta años
por las doce líneas existentes por aquel entonces. En contradicción con
lo anterior, también se reprochó a la CTSS su propio éxito: si el
autobús va abarrotado resulta poco apetecible; si lleva poca gente,es
porque el modelo ha fracasado y es deficitario. Un laberinto sin fin.
Sin embargo, los cerca de 270 millones de euros que costaría implantar
quince kilómetros de tranvía en dos líneas que irían de Loiola al
Boulevard y de Gros a Errotaburu arrojan un dividendo mareante por
kilómetro. Los datos decantan algunas opiniones hacia otros proyectos.
Por ejemplo, algunos se preguntan hasta qué punto se dispararía el uso
de un servicio de autobuses reforzado ‘ad infinitum’ por esas
descomunales partidas presupuestarias.
Por otra parte, se mira y no se ve por dónde iba a circular un tranvía
de tres o más vagones dadas las dimensiones de las calles donostiarra,
ya saturadas por tráfico de todo tipo de ingenios rodantes, tren txu
txu incluido. Y es que si el ratio de usuarios de autobús en Donostia
bate récords, la sensación es que el recurso al vehículo privado
también lo hace, más allá de que, efectivamente, las cifras no cuadran.
El debate puso también sobre la mesa la utilidad de un servicio cuyo
alcance se cuestionaría en función de la posibilidad de que alcanzar
los barrios altos de la ciudad, un punto espinoso ya que si bien es
cierto que el tranvía podría salvar los porcentajes de inclinación,
resulta más complicado que pudiera hacerlo en el actual trazado,
plagado de curvas cerradas.