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Alberto Moyano

El jukebox

Hay una puñalada para ti

Alberto Moyano

No debería hacer falta que un invitado degüelle a otro para poner en
solfa la truculenta tremebundez que alimenta los llamados ‘takshows’,
esos espaciones televisivos que se emiten mayormente a la hora de la
merienda y por los que desfilan inadaptados de toda condición para
exhibir su joroba psicológica.
Uno de ellos ha asesinado a su ex pareja cinco días después de pasar
ambos ante las cámaras ‘El diario de Patricia’. No es la primera vez
que sucede, pero casi nadie ha desperdiciado la oportunidad de rasgarse
las vestiduras en público. En el eje del debate se sitúa la cuestión de
si el crimen se hubiera cometido igualmente en el caso de que no se
hubiera producido la comparecencia televisiva.
Ante la posibilidad de linchamiento, la productora Boomerang
–responsable del programa– alega en su defensa que los invitados se
someten a un cándido cuestionario en el que aclaran si han sido objeto
o sujeto de malos tratos, o si pesa sobre ellos alguna orden de
alejamiento. Desde una perspectiva lógica, una respuesta negativa
disparar todas las alarmas, por cuanto el mero hecho de acudir a la
televisión para pronunciar soeces tonterías, como «eres lo más
importante para mí» y así, delata una patología de nombre incierto,
pero en grado incuestionable: agudo.
Esperar que las televisiones se autorregulen sería como dejar que el
lobo se ocupara la veda en la caza de la oveja. De hecho, la evolución
del ‘talkshow’ parece imparable, apurando cada estación, hasta llegar
al que parece su destino ineludible: el asesinato en directo, de algún
invitado, bien de su presentador/a. Y entonces, se volverá a hablar del
tema.


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