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Alberto Moyano

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Altamira: la visita sostenible

Alberto Moyano


Las emisiones de gases corrosivos por parte de los visitantes de una pinacoteca se ha revelado un baremo infalible a la hora de evaluar el interés artístico de la colección. De hecho, sólo se debería hablar de éxito indiscutible en los casos en que las visitas masivas pongan en peligro la conservación de las pinturas.


Ministerio de Cultura y expertos debaten estos días la posibilidad de reabrir al público las cuevas de Altamira, cerradas desde hace años a un público que se extasía desde entonces ante el arte de la copia, encarnado en la famosa réplica. Para el turismo multitudinario simular un gran interés cultural resulta tan natural como para la prostituta fingir el orgasmo. No obstante, resulta inaudito que en un país como España la pasión por el arte rupestre sea capaz de generar hasta las 175.000 visitas anuales, cifra al parecer inasumible para un espacio de 150 metros cuadrados y que a la postre, obligó a dar el cambiazo de gruta por réplica.


No es un fenómeno único el de los bisontes de la considerada Capilla Sixtina del arte Cuaternario. De hecho, la propia capilla romana padece los efectos devastadores que generan el aliento y la respiración de miles de visitantes. La apertura de su correspondiente réplica podría ser una solución que, afortunadamente, no se contempla por el momento.


Aquí el tema nos coge pendientes aún de la inauguración de la réplica de Ekain, cuya ejecución se está revelando más lenta aún que el milenario sistema de gota a gota que origina estalagtitas y estalagmitas. A estas alturas, la propia réplica se antojará ya arte prehistórico, se produzca cuando se produzca la apertura.


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