Alberto Moyano
Coinciden entre las novedades de las librerías y en las listas de libros más vendidos dos títulos unidos remotamente en su temática, separados por un abismo literario y llamados, en cualquier caso, a figurar entre las novelas de este 2007 que ya se pira.
El primero es ‘Vida y destino’ (Galaxia Gutenberg), de Vasili Grossman, un fresco de la II Guerra Mundial, con Stalingrado como eje pero cuya acción se extiende también en círculos concéntricos desde el frente bélico hasta otros escenarios, como la retaguardia soviética, los campos rusos del Gulag, los campos alemanes de exterminio, las fábricas, los laboratorios o los hogares. El tema central del autor es la libertad y su instrumento, la compasión por el bicho humano, incluidos comisarios comunistas y matarifes nazis. La lectura de sus más de 1.100 páginas -realmente preñadas del espíritu chejoviano- es una experiencia bastante conmovedora y, en cualquier caso, inolvidable.
El hecho de que su autor muriera a comienzos de los sesenta creyendo que la única copia de la novela había sido destruida y que, por lo tanto, ésta jamás vería la luz ni quita ni pone en lo que a su calidad se refiere, pero sirve de contrapunto para abordar la otra obra en cuestión.
Se trata de ‘Las benévolas’ (RBA editores), con la que el escritor estadounidense de expresión francesa Jonathan Littell se ha llevado el Goncourt y con él, la tremenda molestia de vender cientos de miles de ejemplares y de conceder cientos de entrevistas.
Superando también las mil páginas, Littell relata la historia de Max Aue, un oficial de las SS enamorado de su hermana, maníaco, culto y eficiente que se las arreglará para estar en el lugar adecuado en el momento indicado: en la batalla de Stalingrado; en la matanza de judíos en Babi Yar; en los campos de exterminio; en Hungría durante la deportación de los judíos; en el Berlín del hundimiento del régimen nazi…
Uno tiene la impresión de que ‘Las benévolas’ se ve seriamente perjudicada por la desmesura de los elogios y las críticas de los que ha sido objeto, sin que realmente se merezca en tal grado ni los unos ni las otras. Aunque las lecciones didáctico-etnográficas sobre los orígenes de algunas tribus caucásicas, los episodios fronterizos con el realismo mágico, los sueños oníricos del protagonista, su intensa actividad intestinal y la apabullante documentación lastran la acción, lo cierto es la obra se lee relativamente bien, eso sí, como una novela de serie B, con matanzas -ya relatadas todas ellas con detalle en infinidad de libros de historia a disposición del lector curioso-, genios del mal en sillas de ruedas que acarician gatos mientras son atendidos por un ejército de rubias secretarias y actividades bélicas propias -tal y como algún crítico ha señalado- de las historietas de Sven Hassel.
Por algún malentendido, de Aue se nos había dicho que era el más abyecto personaje de la literatura mundial reciente, pero la verdad es que se pasa media novela intentando mejorar las condiciones de vida de los judíos antes de que sean masacrados, bien es cierto que por motivos de eficacia económica y/o militar. La sensación de que el volumen ha sido escrito a cuatro -o incluso más- manos tampoco le hace un favor. En resumen: una obra excesiva, irregular, frecuentemente divertida, pero irrelevante si la comparamos con la citada ‘Vida y destino’, con la que por cierto comparte un diálogo sospechosamente parecido entre un nazi y un soviético en torno a los paralelismos entre estos dos regímenes totalitarios.