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Alberto Moyano

El jukebox

Se compra pobre con jardín

Alberto Moyano

Los países emergentes (¿?) han planteado en la Cumbre del Clima
celebrada en Bali la exigencia de cobrar a cambio de no talar sus
bosques. No está claro si lo que quieren es dinero o derechos de
emisión, pero sea como sea, urge aceptar la propuesta.
De los cuatro pecados históricos sobre los que se levanta el desarrollo
económico occidental –el colonialismo, la esclavitud, el espolio y la
depredación medioambiental–, se puede evitar que los países en
desarrollo incurran en los tres primeros  a base de amenazas, pero
para salvarles del cuarto habrá que echar mano de viejas estrategias
como la del chantaje/soborno.
Pagar, no por reforestar, sino por mantener los bosques ya existentes,
puede parecer una propuesta cínica pero en última instancia se soporta
sobre la misma lógica que lleva a algunos aficionados a contratar a un
indigente para que le guarde la cola para las entradas de U2. En el
terreno de lo cotidiano, contamos con casos de aplicación práctica,
como aquel ciudadano rumano que se pegó fuego a sí mismo para protestar
por el engaño que había sufrido a manos de un empresario sin
escrúpulos, valga la redundancia.
Pasamos del «siente a un pobre a su mesa» al «toma dos duros y que no
te vuelva a ver por aquí». La estrategia abre de par en par las puertas
a futuros intercambios que auguran la prosperidad: te pago para que no
importes frigoríficos contaminantes, para que no aumentes el parque
automovilístico, ni –llegado el caso– instales iluminación navideña en
las ciudades.
El único punto débil de este, por lo demás, plan perfecto estriba en
conseguir que los países sobornados se mantengan en un estado más o
menos agudo de necesidad porque lo contrario podría disparar las
tarifas, haciendo inviable el negocio.


diciembre 2007
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