Alberto Moyano

El canon digital que grava todos los sistemas capaces de reproducir,
grabar o almacenar música en sus diversos formatos es una copia ilegal
de ‘Minority Report’. Como en el relato de Philip K. Dick, el ‘informe
de la minoría’ se adelanta a la comisión del delito e impone las penas
antes de que se haya perpetrado.
Desde el punto de vista de SGAE, todos los compradores de material
susceptible de ser utilizado en la ‘piratería’ son reos de esta
práctica. El canon no protege los derechos de autor. Únicamente impone
una indemnización de carácter preventivo. De hecho, se puede da la
paradoja de que desaparezca el delito pero perviva el castigo.
Sobre los argumentos en los que se apoya el canon digital se podría
levantar toda una filosofía de vida. La compra de sprays de pintura
debería penarse con treinta días de trabajos sociales en previsión de
que se empleen en grafitis, la de papel de fumar debería conllevar la
retirada del permiso de conducir y la de una pistola tendría que ir
acompañada de una condena por homicidio involuntario, siempre partiendo
del principio de que todo lo que se compra será, tarde o temprano,
utilizado ilegalmente.
En el caso de la música, la espiral de problemas nació de las propias
compañías de música y sus respectivas subdivisiones tecnológicas. La
sustitución del disco de vinilo por el CD dejó la copia original
desprovista de atractivo. Los avances tecnológicos y las leyes del
mercado –que tanto se invocan cuando conviene– hicieron el resto.
En cuanto a los partidos que votarán el citado canon mañana, jueves,
hay que resaltar que los dos principales están bajo sospecha de
posicionarse en función de intereses bastardos. La diestra dice que el
PSOE lo respalda en pago al supuesto apoyo dado por «la banda de
titiriteros», expresión que a juicio de la derecha cobija a todo
artista o creador. La siniestra, en cambio, atribuye el cambio de
opinión del PP, que el año pasado defendía lo contrario que ahora, a la
tutela intelectual del pensamiento Cope. En favor de esta teoría obra
el hecho de que Rajoy se manifestara en contra del canon justo
veinticuatro horas después de que su locutor favorito arremetiera desde
‘El Mundo’ contra la medida y se preguntara en voz alta cuál era la
opinión sobre tema del líder del PP, si es que tenía alguna.