Alberto Moyano
La entrevista que el pasado jueves realizó Iñaki Gabilondo a Mariano Rajoy en Cuatro alcanzó perfiles de debate enconado a causa de la virulencia con la que se plasmaron las discrepancias entre periodista y candidato.
Ayer le tocó el turno a Rodríguez Zapatero. Si ante el líder popular, Gabilondo expresó su dudas, desacuerdos y diferencias personales, ayer se limitó a trasladar al presidente del Gobierno algunas de las que circulan por la calle, pero sin hacerlas suyas en ningún momento. Es más: el presentador pareció interesado básicamente en indagar en el estado de ánimo de ZP.
Pues bien, en lo que al ánimo respecta, digamos que Zapatero deja el matrimonio Sarkozy-Bruni en una mera noche loca. En su caso, se trata de un agudo autoenamoramiento, diagnosticado además en su momento más álgido. Reclinado sobre un cuestionario excesivamente amable, ZP se dedicó enteramente a autorretratarse minuciosamene favorecido. Sin complejos.
Preguntado por la posibilidad de que se haya ‘moncloizado’, respondía que no, que él es así; si el reproche era que la macroeconomía le había ocultado la microeconomía, contestaba con datos aún más remotos; y si se le cuestionaba por sus relaciones con la iglesia o sobre su programa social, ponía el retrovisor y hablaba de todo lo realizado en los últimos cuatros. Su autocomplacencia llegó a extremos pueriles al calificar a Solbes de hombre “de gran solvencia”.
En definitiva, nos encontramos ante el enésimo ejemplo de presidente que, de ganar las elecciones, sucumbirá a sí mismo en la segunda legislatura. Rajoy cuenta con la ventaja de la novedad al transmitir la sensación de que ni siquiera sobreviviría a la primera.