Alberto Moyano

La decisión del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de suprimir la publicidad en los medios audiovisuales públicos ha desembocado hoy en una huelga de 24 horas en la televisión y radio del sector.

Al parecer, la decisión, anunciada el pasado 8 de enero, pilló por sopresa a todo el mundo. Sin necesidad de recurrir a un comité de sabios, Sarkozy vislumbró la solución a los problemas del ente público en la supresión de la publicidad. Por supuesto, nada tiene que ver con todo esto la amistad del presidente francés que algún prócer de la comunicación, privada, por supuesto. Monsieur Bruni se ha comprometido a compensar “íntegramente” la pérdida de ingresos, pero no hay tema.

En primer término, la huelga constituye un ataque frontal al núcleo familiar. Abocados al silencio mediático, maridos y esposas, padres e hijos se enfrentan hoy a un après-midi algo más que sombrío, cargado de promesas de terapia familiar a base de charlas, conversaciones e intercambios de opiniones que sólo pueden desembocar en el horror hacia el otro y, por qué no decirlo, una bronca de aúpa.

Mientras la radio pública se dedica a estas horas a rellenar su programación a base de música -se supone que excluyendo los discos de la Bruni-, la alternativa televisiva, al menos para nuestros vecinos del País Vasco francés, pasa por visitar nuestros canales: hoy, sin ir más lejos, podrán elegir entre un amplio abanico que va del ‘Sin tetas no hay paraíso’ al ‘Euskadi Comanche, pasando por esas ‘ ‘Escenas de matrimonio’ de probado poder adictivo entre la población vasca.

Ni que decir tiene que una corriente eléctrica recorre la espina dorsal de los propietarios de las cadenas privadas tan sólo de pensar en los ingresos publicitarios que aguardan a la vuelta de la esquina gracias al intrépido Sarkozy. Ellos ya sabrán devolverle el favor.