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Alberto Moyano

El jukebox

Paliza y vejación de una joven en Ermua

Alberto Moyano

Ponemos toda nuestra voluntad en olvidarlo, pero defensa y ataque es lo primero que aprendió en el colegio el niño que un día fuimos. El hecho de que la primera se lleve a cabo individualmente y el segundo de forma colectiva convierte a los testigos en una cierta modalidad de cómplice. Extraer las lecciones que de todo esto se desprenden y asumirlas es tarea que probablemente ocuparía toda una vida.

La paliza propinada por seis jóvenes a una compañera en la localidad de Ermua desafía, sin embargo, varias categorías. La víctima fue agredida con una barra de hierro, le orinaron encima, le quemaron el pelo y le arrollaron con una moto, sin que de todo ello faltaran testigos, más bien pasivos.

La casualidad o quién sabe qué circunstancias llevaron a la banda de agresores a concentrar en unos escasos minutos toda una serie de vejaciones que, bien repartidas, les hubieran dado para varios meses de crapulismo. Por otra parte, la imagen de una chavala golpeando repetidamente con el tacón de su zapato el ojo ensangrentado de su compañera derriba los clichés establecidos, según los cuales, el hombre es depositario de una agresividad salvaje de la que estarían exentas las mujeres.

La joven ha sido dada de alta esta mañana aunque regresará pronto al Hospital para una nueva intervención en el ojo, pero lesiones igual de profundas serán las psicológicas o como se les llame ahora a las cuestiones invisibles. El adolescente aspira a ser admirado, aunque por lo general se conforma con ser admitido, al menos, respetad o, al menos, tolerado.

Ser ignorado y no digamos ya rechazado con violencia constituyen elcastigo supremo por lo que tienen de enmienda a la totalidad en contra de esa personalidad aún en formación. Para la víctima, el trauma,  pero para los agresores, la vergüenza infinita de haber cometido tamaña infamia.


febrero 2008
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