Alberto Moyano
Anda Amazon enviando un e-mail a sus clientes para disculparse por la falta de disponibilidad de un nuevo artefacto llamado a sustituir al libro tradicional, y del cual la librería on line pronto tendrán unidades en stock.
Parece ser que a la enésima va la vencida y que este nuevo intento de implantar masivamente esta suerte de libro electrónico obtendrá finalmente el aplauso del público. La palabra clave es innovación. En la expresión “libro electrónico”, lo importante es “electrónico” y lo anecdótico “libro”.
En el fabuloso mundo de la innovación, pesa más lo nuevo que lo bueno. El orden de aparición del producto en el mercado determina su éxito. Es más: si hasta hoy sólo hubiésemos conocido este ingenio de plasticorro con pantalla ilegible, saludaríamos la aparición de libro tradicional entre alabanzas al olor de la tinta, el tacto de sus páginas y la suavidad de su encuadernación, por no hablar de la facilidad de su uso, tan utilitario.
Lo mismo reza para CD y vinilo: si el segundo se hubiese inventado en 1990 hubiéramos invertido una década en resaltar la nitidez de su sonido y el preciosismo de sus carpetas.
Ahora, el libro electrónico viene para quedarse. Los lectores de pro acumulan ya en sus estanterías los suficientes volúmenos como para mantenerse ocupados varias vidas. Por ese lado no hay problema. Éstos surgirán con la llegada de descargas ilegales y ‘mantas’ repletas de ‘códigos leonardos’. ‘harry potters’ o lo que demonios se lleve cuando llegue el momento. Una vez más, el futuro está aquí y llama a la puerta.