Alberto Moyano
“Horrorizada. Ho-rro-ri-za-da”. Así se ha mostrado la vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega, tras fotografiarse con un empresario nigeriano, socio de otro capitán de empresa español, durante su viaje por Níger.
No es que el prohombre nigerino, un puntal de su país en el sector de la chufa, sea un caníbal que acabara de zamparse al penúltimo misionero. Tan sólo practica la polígamia. En su candidez, la vicepresidenta española pensó que las jóvenes que posaban junto a ella para las cámaras eran las hijas de su anfitrión, cuando en realidad se trataba de sus tres esposas. De comparecer la descendencia del capataz, hubiera hecho falta un gran angular ya que suman dieciocho inidividuos.
La vicepresidenta está “horrorizada”. Se ignora si es un sentimiento compartido por el empresario local al enterarse éste de que su invitada es una mujer de más de cincuenta, soltera, sin hijos y cuyo gobierno ha aprobado el matrimonio homosexual. Si se entera a tiempo, lo mismo el que se hubiera negado a posar en su compañía es él.