Alberto Moyano
Y aquí seguimos, hablando unos y escuchando otros las reflexiones que suscita a día de hoy esa candidatura donostiarra a la Capitalidad Cultural Europea 2016.
1) La cultura no nos hará mejores ni peores. Nunca lo ha hecho. Los caballos que alguien pintó en la cueva de Ekain no mejoraron el comportamiento ético de la especie, ni siquiera el de ese individuo con inquietudes que fue el autor. Condenados a ser a la vez santos y pecadores -o ni una cosa ni otra- hasta el final de los tiempos, podemos aspirar a vivir mejor pero no a ser mejores. Cualquier producto cultural que oculte estos hechos no sirve.
2) El desempleo, el desamor, la ruptura de los lazos sociales y familiares o la voladura de la convivencia son algunas de las consecuencias habituales que toda crisis económica deja en la vida de las personas concretas. Los responsables de esta situación nunca tendrán nombre, ni deberán dar explicación alguna. Cualquier creación artística que ignore la impunidad y sus circunstancias no sirve.
3) Palabras como ‘cayuco’, ‘patera’, o ‘zulo’ -por citar tres ejemplos- nombran lo abyecto, pero no por eso dejan de ser aportaciones tan culturales como ‘trabajar en red’ o ‘cambio de paradigma’. Cualquier discurso que ignore esta realidad no sirve.
4) La cultura se utiliza lo mismo para decir la verdad que para ocultarla. Una película, libro, reportaje o serie pictórica que aspire a reflejar la realidad del País Vasco y obvie, por ejemplo, que la vivienda en sus tres capitales es la más cara del país no sirve.
5) Sólo nuestras hipotecas y la radiación de Chernobil tienen
garantizada su supervivencia hasta 2016. Si agunos o incluso todos los
participantes en estas jornadas sobre la Capitalidad 2016
hubieran desaparecido de Donostia el día de la inauguración de la Capitalidad sería algo culturalmente irrelevante. Cualquier pensamiento que
no asuma este hecho no sirve.