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Alberto Moyano

El jukebox

Sandra en coma

Alberto Moyano

El despido de una trabajadora que se encuentra en coma por parte de una empresa barcelonesa inaugura una nueva época en lo que a relaciones laborales se refiere. La pregunta pertinente no es cómo han podido hacerlo, sino cómo es posible que ni en coma se pueda conservar un puesto de trabajo fijo.

La prueba que certifica la gravedad de la crisis consiste en que los empresarios han pasado de proclamar su deseos de “devolver a la sociedad parte de lo que ésta nos ha dado” a intentar recuperar cómo sea lo que consideran legítimamente suyo. En este caso, el despido libre.

El motivo alegado por la empresa para dar el finiquito a Sandra T.C. es “faltas repetidas de asistencia”. Estamos ante la exhacerbación del presentismo, ese mal del siglo XIX que aqueja a las empresas del XXI. Pensar que es necesario acudir al puesto de trabajo para llevarlo a cabo constituye un prejuicio inadmisible a estas alturas de la temporada.

De hecho, la lista de trabajadores que desarrollan una actividad similar a la que ahora mismo puede realizar Sandra es interminable: desde analistas económicos hasta líderes sindicales, desde expertos en arte hasta mediadores en conflictos. Sumémosles a éstos los miembros de los gremios de inspectores laborales, funcionarios judiciales y comisarios artísticos. La única diferencia con la joven en coma es que a la pregunta de “¿estás dormido?” todos ellos contestarán. “No, estoy pensando”.

El despido de Sandra es la respuesta de la patronal al desplante resumido en “usted no me echa; soy yo el que se va”. Ni la muerte nos libra del fantasma del despido laboral, pero aún es posible darle la vuelta a esta situación. Tan sólo hay que lograr que empresarios agónicos nos firmen contratos indefinidos, sea desde el lecho del dolor hogareño, sea desde la UCI de la Clínica Ruber.


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