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Alberto Moyano

El jukebox

El ñoñostiarrismo, ¿es un humanismo?

Alberto Moyano

El debate que suscitó el programa de TeleDonosti ‘Keridos Monstruos’ en torno al ñoñostiarrismo arrojó resultados sorprendentes hasta el punto de que llegó a ponerse en duda la propia existencia de la especie. Despejemos la incógnita cuanto antes: el ñoñostiarra existe.

Se trata de un individuo que, lejos del nihilismo, exhibe unos principios inquebrantables, a menos que peligre lo esencial. Por ejemplo: sus principios pueden ser más o menos discutibles, pero lo esencial es participar activamente en la izada de la bandera del 19 de enero en la Plaza de la Constitución. Si es condición sine qua non para ello compartir palillo y tablado con transexuales brasileñas, no dudará en someterse.

El ñoñostiarra, además, pasea y pasea, pero siempre de acuerdo a la liturgia establecida. Así, hace diez kilómetros en la cinta del gimnasio, pero si tiene que recorrer dos para desplazarse por la ciudad recurre al vehículo privado sin que le tiemble el pulso. Y pasea, sí, pero durante el fin de semana. Su territorio es La Concha y aledaños.

Lo hace con el jersey sobre los hombros -algo que según el escritor francés Frederic Beigbeder es propio de cobardes e impotentes- y con la misma actitud con la que recorre el resto del mundo: todo está bien, pero nada es comparable a lo mío. Así saluda a las innumerables amistades con las que se topa durante su paseo para, una vez despedidas, criticarlas con desdén. De viaje por el extranjero, nada como Donostia, en donde se come como en ningún otro lugar.

El ñoñostiarra adora su ciudad y considera que la Bilbao emergente constituye una alteración del orden natural de las cosas. Critica a Odón Elorza, pero en el fondo le aprecia: las propuestas del alcalde, de entrada, siempre criticadas, le hacen sentirse falsamente vanguardista, espantando así el fantasma del retrocarca que lleva dentro. Sólo hay una cosa le inquieta: la sospecha de que, en lo más recondito de su corazón, ahí donde ni el psicoanálisis alcanza, el alcalde prefiere Barcelona a San Sebastián.

Otro rasgo del ñoñostiarra tipo es la naúsea permanente que ronda su estómago al contemplar las calles del centro -las únicas que pisan sus pies-. El motivo principal es la destrucción de la indentidad ñoñostiarra, resumida en la progresiva sustitución del comercio tradicional por la horrenda ola de boutiques. En este punto, el ñoñostiarra se santigua al pasar frente al antiguo local de Derby, ocupado ahora por una franquicia. Camisería Aristizabal es su último refugio.

Por lo demás, el ñoñostiarra adora los calendarios de Kutxa, pero confía sus ahorros a la Laboral, no se pierde la ópera de la Quincena Musical -aunque en su fuero interno reconoce un cierto tedio- y observa perplejo el desenfadado atuendo con el que el público asiste a las proyecciones del Festival de Cine, evento que -está convencido el pobre- coloca a la Bella Easo ante la mirada del mundo entero.


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