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Alberto Moyano

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Mariano pierde la prueba de la inmunidad

Alberto Moyano


Asistimos a un reality televisivo llamado ‘El interminable viaje de Mariano Rajoy al centro’. Como en ‘Pekín Express’, el protagonista de nuestra aventura debe atravesar vastas regiones apenas habitadas, superar duras pruebas de supervivencia, contar con la generosidad de los lugareños y, finalmente, gestionar los patinazos -propios o de sus compañeros de viaje- que, tras ímbrobos esfuerzos, le devuelven a la casilla de salida.


El último trastazo ha venido de la mano de un micrófono inopinadamente abierto que ha captado las palabras que nuestro laxo hombre dirigió distraídamente a Javier Arenas en los prolegómenos de una reunión de la dirección del partido: “Mañana tengo que asistir al coñazo del desfile. Un plan apasionante”.


La inmediata matización de Mariano, haciendo ver que se trataba de un comentario “coloquial” y reiterando su aprecio por las Fuerzas Armadas, no ha impedido que los críticos pusieran de relieve el contraste entre esta frase y su ya célebre vídeo del año pasado, llamando al pueblo español a abrazar la rojigualda en la fiesta nacional.


Y el diagnóstico es cierto, aunque con matices. En Rajoy lo que falla es el orden de los factores. Si hubiera grabado un vídeo institucional diciendo: “Españoles, mañana tengo el coñazo del desfile. Un plan apasionante, sí. Igual me llevo el ‘Marca’ y el ‘As’, etcétera, y a continuación, un micro inoportuno hubiera captado sus reflexione a Javier Arenas, en la línea de “ojalá los españoles acudan mañana en masa y bandera en mano al emotivo desfile de las Fuerzas Armadas, que siempre me pone los pelos de punta y tal…” arrasaría en las encuestas de intención de voto. No obstante, hay que reconocer que cobra peso día a día la línea de pensamiento que sostiene que lo último que desea Rajoy en esta vida es ganar las elecciones.


En efecto, el desfile en cuestión parece deleznable y la mera hipótesis de tener que contemplarlo, una colonoscopia. La expresión “coñazo”, más allá de sus connotaciones sexistas, la suscribirían seguramente desde la familia real en pleno hasta el último chusquero obligado a marcar el paso. Pero como pasa con las cenas familiares de Nochebuena, universalmente repudiadas, finalmente se impondrá el sentido del deber. Al menos, Rajoy ha conseguido que todas las miradas estén hoy pendientes de él, anque sólo sea para ver qué forma adopta en su rostro la expresión ‘tierra, trágame’.


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