Los hechos: El presidente del PP del País Vasco, Antonio Basagoiti, recibe la visita de su jefe, Mariano Rajoy. Desea agasajarle y aunque podría organizarle alguna conferencia en el Ateneo de turno, decide llevarle a San Mamés. ¿La razón? Desea agasajarle, no aburrirle. Tras una astuta negociación con el presidente del Athletic -que incluye la presencia durante la visita de un fotógrafo que al final fueron tres-, Rajoy acude al palco del campo bilbaíno y se fotografía feliz, sujetando una camiseta rojiblanca firmada por (¿todos?) los jugadores del equipo. Un icono político-deportivo a la altura de los tiempos y emparentada con aquella otra imagen de Kortabarria e Iribar saltando al césped de Atocha, ikurriña en mano, allá por 1976.
Las consecuencias: algo más de la mitad de la directiva de Macua se rebota y acusan al presidente del club de “cargarse” la histórica neutralidad del club. Éste, por su parte, pasa la bola al PP, al que reprocha la publicidad dada al asunto. Los jugadores, finalmente, aseguran que firman camisetas de forma mecánica y que ignoran quién será el destinatario de las mismas, confesión que, a buen seguro, habrá roto en dos el corazón de Mariano. Incluso uno de los futbolistas se descuelga con insólitas declaraciones: “Estamos cabreados, creíamos que este club no tenía ideología”. Por ese lado, sin problemas: tampoco Rajoy la tiene y si la tiene, cabe en la primera de ‘Marca’.
Las dudas: ¿Estamos ante un nuevo ataque de transversalidad? ¿Conseguirá Ibarretxe una camiseta merengue firmada por toda la plantilla y cuerpo ténico madridistas, Di Stefano incluido? ¿Es Mariano un Herri Norte? ¿Estará interesado en un banderín de ‘Erreala Primeran’ firmada por todos los empleados de los duty frees de Shangai, Beinjing, Hong Kong e, incluso, Pyonyang?