Se confirma la teoría del presidente del Gobierno, según la cual, la economía es también un estado de ánimo. En el caso actual, de desánimo, cabría matizar.

La reunión del propio ZP con los presidentes de las principales entidades bancarias se saldó con resultados muy satisfactorios para ambas partes, aunque desconocidos para todos los demás.

Detrás de las palabras de la banca, se intuye que estas entidades contemplan a los clientes como los camellos a los yonkis.

De hecho, ya han advertido que, en efecto, es perjudicial endeudarse por encima de cierto límite, que la gente ha pedido más crédito del que puede asimilar, que ellos se han limitado a dar a cada uno lo que quería y que ahora toca correr con las consecuencias de tanta fiesta. En descargo de los ‘camellos’ hay que señalar que ellos al menos no  gastan millones en publicitar sus productos.

En todo caso, el discurso de la banca es inatacable: nada podrá sustituir al principio de responsabilidad individual, especialmente, en tiempos de crisis. Sólo a los negocios les está permitido funcionar como un todo. Por lo demás, se revela también la esencia profundamente inmoral del sistema, similar a la del propio ser humano y, precisamente por eso mismo, imbatible, y destinado a reproducirse a sí mismo una y otra vez.