La política hace extraños compañeros de cama. La religión, sin embargo, organiza bacanales. La Iglesia Católica, que en cuestiones como Educación para la Ciudadanía, proclama la prevalencia de los padres sobre el estado, hace una triple pirueta en el caso de Eluana Englaro -la joven italiana que lleva 17 años en estado vegetativo- para defender lo contrario.
Claro que en este caso el Estado no son el presidente de la república italiana o el Tribunal Supremo de este país, sino el primer ministro, Silvio Berlusconi, del cual seguramente se podrán decir un par de cosas buenas, pero cuya insolvencia moral es incontestable.
‘Il Cavaliere’ es de la opinión de que la presidencia del Gobierno difiere escasamente de la de un consejo de administración. Desde su punto de vista, el orden legal es un pequeño aunque permanente incordio. Si su decreto no optiene la firma del presidente italiano por manifiestamente inconstitucional, no importa: se cambia la Constitución. De hecho, Silvio galopa ya sobre el Senado para recortar los poderes que por ley corresponden a Giorgio Napolitano.
Al parecer, ése es su objetivo final y Eluana, sólo un medio. Berlusconi sabe que el tiempo corre en su contra y que cualquier modificación legal llegará fuera de plazo para una Eluana, que entrará en situación irreversible en unos días.
En todo caso, el absurdo era esto: llevar la medicina hasta sus más altos estadios, descifrar el genoma humano, disfrutar de un inmenso teólogo al frente del Vaticano, y establecer la separación entre Iglesia y Estado, todo para que la última palabra sobre la vida y la muerte la tenga esa especie de broma que llamamos Berlusconi.