A la pregunta de si está preparado para formar una familia, Alfie responde que “sí, naturalmente” y a la de si podrá mantenerla económicamente, su contestación es: “¿Qué significa ‘económicamente’?”
Alfie es un niño británico de trece años, que acaba de tener un bebé con Chantelle, de quince. Vaya por delante que Maisie, la lactante, es clavada a su padre, quizás no tanto por cuestiones genéticas como por motivos de edad. En favor de Alfie hay que reconocer que lleva de maravilla sus trece años, hasta el punto de aparentar un par menos.
La insólita situación de Alfie no debe ocultar que la educación británica hace aguas, no sólo en materia sexual, que también, sino en lo que a cultura general respecta. Por lo demás, la respuesta correcta era “no”, seguida de “en absoluto”, dado que su paga ronda los diez euros, cifra insuficiente a todas luces si de lo que se trata es de vestir, alimentar y educar al bebé.
Los expertos coinciden en que ninguno de los dos es capaz ni psíquica, ni físicamente, de cuidar a un bebé, sospecha que, todo hay que decirlo, se extiende a buena parte de los padres primerizos contemporáneos.
Por otra parte, el hecho de que Maisie sea fruto de la primera experiencia sexual de Alfie y Chantelle tira por tierra todas las teorías sobre el deterioro de los espermatozoides europeos. Aquí lo insólito es el nacimiento de la criatura, no el supuestamente precoz estreno de sus padres, acometido a esas edades en las que, según todas las encuestas, los jóvenes pierden la virginidad.
En cualquier caso la pregunta ya no es si estarán los niños preparados para tener hijos, sino si lo estarán los abuelos para tener nietos. En este punto sería interesante conocer en detalle cómo le va a Matt Dunkley, nacido en 1998 de una madre de quince años y un padre de doce.