A día de hoy, una entrevista en directo con Mariano Rajoy es lo más parecido que se puede ver en televisión a una nueva entrega de ‘Supervivientes’, el ‘reality’ aquel en el que los concursantes vivían en la jungla, acosados por los mosquitos, enfrentados a pruebas de resistencia y sometidos a las insidias de sus compañeros.

Tras meses en los que -por seguir con el paralelismo- ni ha olido las pruebas de inmunidad, el líder del PP se acercó anoche hasta los estudios de Antena 3 para mantener una animada charla con Gloria Lomana, jefa de informativos de la cadena y ala derecha de Josep Piqué. Y estuvo como siempre: humano, demasiado humano.

Mariano avaló la honradez de su partido, con la coletilla “al menos, hasta donde yo sé”; mostró su confianza en los líderes bajo sospecha, como Camps o Aquirre, aunque se negó a poner la mano en el fuego; y recurrió al humor gallego para sostener que, en el supuesto caso de que algunos dirigentes hayan incurrido en prácticas irregulares, eso no comprometería la honorabilidad de 700.000 afiliados y diez millones de votantes. Y también se hizo un lío explicando las donaciones anónimas recibidas por el PP.

En una entrevista cuyo objetivo último era devolverle a la vida, el líder popular echó mano a los argumentos de Basagoiti, quien contrapuso los turbios asuntos madrileños con el ejemplo que dan sus cargos públicos en el País Vasco, como si llevar escolta fuera incompatible con las prácticas irregulares.

En cuanto al asunto del espionaje en la Comunidad de Madrid, realizó una confesión de corte ‘felipista’ al asegurar que se enteró como todo el mundo: por la prensa.

La semana que viene llegará el turno de un Rodríguez Zapatero eufórico tras el descubrimiento de que los juegos de palabras, manipulaciones y tergiversaciones tienen -en las encuestas y probablemente también en las elecciones- un coste cero.