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Alberto Moyano

El jukebox

Un saludo desde el lugar de los hechos

La cobertura mediática que se está dando, principalmente desde algunas televisiones, al caso de Marta del Castillo vuelve a poner sobre la mesa las denuncias de ‘esto no es periodismo’. Sin embargo, lo más probable es que sí lo sea y no en su versión degradada, sino en estado salvaje. Algo así como el eslabón perdido entre el patio de vecinos y la información seria, o sea, en su forma primitiva 


El periodista de sucesos se nutre básicamente de dos fuentes: por un lado, los funcionarios judiciales y policías, que se encargan de tenerle al tanto, en tiempo real, sobre pesquisas y actuaciones en curso. Por otro, la familia de la víctima, en cuyo hogar prácticamente se instala a cambio de consuelo, información, parasitismo emocional y presencia mediática.


Y si alguien piensa que el periodista es un desaprensivo que rompe esta relación en cuanto al crimen pierde actualidad se equivoca: el vínculo se mantiene hasta, por lo menos, el último día del juicio, así sea años más tarde.


El destinatario de estos programas, en los que cuando el periodista dice que aún debe confirmar unos datos importantísimos significa ‘estén atentos a la próxima conexión’, es esa masa ciudadana, adicta al sentimiento de indignación y con plena disposición para acudir de inmediato a juzgados,  comisarías y registros domiciliarios sea necesario si de lo que se trata es de clamar venganza. 


Su lema es el mismo que el de Juegos Olímpicos: ‘Citius, altius, fortius’ -más rápido, más alto, más fuerte-, pero en este caso, referido a las condenas.


Y en el caso de no encontrarse en la ciudad de autos, el sustitutivo natural es internet, en donde también todo es posible. Frente a la pega del anonimato, uno siempre puede esgrimir un detallado currículum en materia de indignación popular e incluso adornarse con un “yo reclamé pena de muerte hasta para Dolores Vázquez”.


febrero 2009
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