El único debate electoral digno de tal nombre que ha tenido lugar en esta campaña fue el que emitió anoche TeleDonosti. Moderado con manga ancha por Alberto Surio, el encuentro reunió a los cabezas de lista por Gipuzkoa, circunstancia que convirtió a Aintzane Ezenarro en la única candidata que repetía respecto a ETB.

El debate ofreció todo lo que los monólogos interiores de Euskal Telebista escamotearon: intercambio de ideas, interrupción de las intervenciones, agresividad a múltiples bandas e intercambio de estocadas verbales, algunas, de alta destreza.

El resultado puso al descubierto las múltiples incoherencias de los partidos, las dobles varas de medir, la desfachatez disfrazada de pragmatismo y hasta las incongruencias territoriales.

Joseba Egibar (PNV) dejó entrever una enorme fatiga, probablemente, de sí mismo; Iñaki Arriola (PSE) exhibió esa capacidad -que comparte con Iñaki Galdós- de convertir cualquier espacio en una sidrería; en lo dialectico, estuvo como siempre: desolador; Jesús María Larrazabal (EA) se reveló como un contrincante temible, cansino al estilo de ‘Colombo’ y feliz en el ‘cuerpo a cuerpo’; Mikel Arana (Ezker Batua) mejoró hasta el infinito la versión que la víspera ofreció Madrazo; Arantza Quiroga mostró su factura impecable tanto en tareas de defensa como en ataque; y Aintzane Ezenarro (Aralar) abusó de esta vehemencia que, a estas alturas de campaña, ya parece impostada, situándose al borde de la Internacional Repipi.

Por cierto, el debate evidenció la enrome conexión personal que mantienen estas dos últimas candidatas. El desliz corrió a cargo de Ezenarro, que soltó aquello de “los hombres no pueden hacer dos cosas al mismo tiempo” (ignoro en qué contexto lo dijo porque en ese momento estaba quitando pelusilla de la moqueta). Aclaró que era una broma y ahí quedó la cosa.