Cualquiera que haya probado las kokotxas en salsa verde conocerá la sensación de incertidumbre que te genera no saber si estás probando una delicia vasca o una inmundicia española, una manjar filoterrorista o una creación nacida de las irreprimibles ansias de libertad.
En este contexto, los sectores más concienciados de nuestro pueblo han conseguido que se cancelen unas jornadas sobre gastronomía israelí mediante la persuación que siempre arrojan las ‘hábiles’ argumentaciones, entendida la palabra ‘hábil’ en el mismo sentido con el que acompaña habitualmente a la palabra ‘interrogatorio’.
La solidaridad entre los pueblos sojuzgados adquire formas sinuosas, de forma que en la Euskal Herria de 2011 es mucho más sencillo organizar unas jornadas de cocina española que de gastronomía israelí. Y ciertamente, se desean escuchar argumentos extremos favorables al sometimiento del pueblo saharaui desechen por tibios los que les puedan ofrecer los representantes políticos marroquíes e interroguen sobre la cuestión a cualquier dirigente palestino.
De hecho, para próximas ediciones y de cara a una celebración sin incidentes, debería estudiarse la posibilidad de centrar el evento en gastronomías de línea blanca, tipo la cocina pastún, la saudí o la catarí, tan solidaria esta última con nuestras cajas de ahorros. En cuanto a la gastronomía vasca, recuerde que se divide en unionista y terrorista. Al menos una de las dos, se merece el boicot, a qué estamos esperando.
El hecho de que el acontecimiento se haya producido en la misma localidad que con tanta eficacia ha sabido inculcar a la mujer cuál su sitio en las tradicionales fiestas locales invita a preguntarse si la maniobra -por llamar a las cosas por su nombre-, de censura obedece a los designios de la casualidad o a los preceptos coránicos.
En cualquier caso, cada vez que escucho que otro mundo es posible me pregunto qué será lo siguiente que me vetarán. En efecto, todo vivimos en territorios ocupados, pero no pregunten por quién.