La Casa del Talento apenas se ha inaugurado y ya ha sido escenario del primer choque entre dos formas contemporáneas de entender la vida: la educación en valores y la inteligencia emocional, encarnadas en las personas de Odón Elorza y Markel Olano, respectivamente.
Sucedió el pasado martes, durante la presentación del que será lugar de residencia de las mentes privilegiadas que vengan a trabajar a San Sebastián, un enclave ‘miraconchino’ tan idílico y tedioso que invita a seguir inmerso en profundos pensamientos incluso fuera de las horas de trabajo.
La convocatoria institucional era a las 12.30 y a esa hora apareció el diputado general. Para su desgracia, el recorrido de las autoridades por las instalaciones y ante las cámaras de los medios de comunicación se había producido media hora antes, quién sabe si aprovechando en su ausencia. Como corresponde en una sociedad de la información, Olano ya ha elevado una queja formal a Facebook, en donde Elorza ha contestado que todo se debe a un malentendido.
El liderazgo compartido es un campo de batalla sembrado de escaramuzas. La propia presencia del alcalde en el lugar de autos a las doce del mediodía invita a sospechar que en realidad la convocatoria era a las 11.30, dado que la educación en valores ha logrado inculcarle varios, aunque aún no el de la puntualidad. Al menos, no incurrió en el error de convocar al diputado general en Zubieta, por poner un ejemplo.
En cuanto a Olano, cuya puntualidad sí está demostrada empíricamente día a día, su reclamación se sitúa en el terreno de la legítima defensa del derecho inalienable que asiste al diputado general a salir en las fotos de cuantas inauguraciones se perpetren en el territorio. No debe preocuparse: lo más probable es que la gente atribuya su ausencia a que en esos momentos se encontraba trabajando.
Más allá de las emboscadas propias de lo que se ha dado en llamar “clima de confianza y colaboración”, ‘inaugurar’ es un concepto que encierra un malentendido ya que mientras que la clase política se entrega a ella con frenesí en vísperas de las precampañas electorales -es decir, durante todo el año en función los presupuestos disponibles-, buena parte de la ciudadanía la observa desde una distancia sideral, como quien contempla una maniobra perversa.
Cada nuevo proyecto encierra su antiproyecto. Las críticas se formulan básicamente en la oración: “y estos políticos, ¿cuándo trabajan?”. De hecho, inaugurar en serie constituye una actividad absorbente que fagocita las agendas de nuestros líderes, devora por completo sus jornadas laborales y entorpece notablemente el cumplimiento del calendario electoralista propio de cualquier aspirante a un cargo público. Por lo demás, está claro que si algo nos sobra es talento. Otra cosa es para qué.