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Alberto Moyano

El jukebox

Sortu será algún día nombre de monja

La narrativa del galimatías vasco ha estado lastrada durante décadas por el error en el que incurrió quien lo calificó -por desgracia, con notable éxito- de ‘laberinto’ cuando tan sólo era una ‘soft cell’ de paredes acolchadas.

La imparable espiral constitucionalista en la que ha entrado Sortu amenaza con alumbrar diferentes escenas deudoras tanto del teatro del absurdo como del del esperpento. Ahora mismo, sólo una oleada de atentados permitiría a ‘Batasuna Sin’ certificar su metamorfosis de forma fehaciente mediante la frenética emisión de sus correspondientes comunicados de condena y hasta personándose como acusación particular en las sucesivas causas judiciales. 

Quizás el Supremo se encuentre en el mismo punto que cualquier cura concienzudo puesto en la encrucijada de decidir si casa a una pareja a la que nunca ha visto en misa de doce. Lo más probable es que se ensañe con los presuntos incrédulos sometiéndoles a los rigores de un cursillo prematrimonial de nueves meses, que ayudará además a despejar dudas sobre posible embarazos pecaminosos.

En el caso de Sortu, la nueva formación no ha sido aún capaz de aportar argumentos tan sólidos sobre su ruptura con ETA como los que ha esgrimido la Abogacía del Estado para probar lo contrario. Decir que el rechazo a las acciones violentas y la expulsión inmediata de quien la justifique se reduce a una mera cuestión cosmética es certificar la ruptura de Sortu con anteriores formaciones.

Lo profundo es la piel. Al fin y al cabo, cuando decenas de miles de personas daban vítores a ETA por las calles también se limitaban a la cosmética, por cuanto eso no siginificaba que fueran a ingresar inmediatamente en el comando más cercano a su domicilio. Sin salirnos de la cosmética, lo que permite comercializar las cremas del Mar Muerto no son sus indemostrados poderes rejuvenecedores, sino su probado carácter inocuo.

Es posible que Sortu tan sólo se esté dedicando a fingir el orgasmo, pero qué más da mientras acceda a los deseos del ordenamiento jurídico. A nadie se le obliga a creer en el sistema impositivo. Tan sólo se nos exige que cumplamos nuestras obligaciones tributarias en la medida en que nos corresponda.

Como los políticos siempre van un paso por detrás de la sociedad, por parte del PSOE lo que se ventila aquí es determinar quién se encargará de gestionar electoralmente el fin de la violencia, cuando a estas alturas todo el mundo sabe ya que serán Rajoy y Basagoiti, que tendrán la deferencia de permitir que la atonía socialista asista a los fastos de cuerpo presente.

Todo lo dicho no quita para que Sortu se apresure aún más en romper cualquier posible vínculo con ETA antes de que tenga que inventárselos debido a su inexistencia. Por lo demás, se equivoca cuando basa la necesidad de acceder a la legalidad en la necesidad de alcanzar una paz “justa y duradera”.

La experiencia demuestra que una paz injusta puede ser la más duradera de las posibles, lo mismo que no hay matrimonio más plácido y estable que el de conveniencia. Otra cosa es si la pregunta es qué tienen que ver la justicia o el amor con uno u otro caso. La respuesta es que nada. ¿Y qué?


marzo 2011
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