Bildu es esa imprevisible formación política que lo mismo veta la entrada al Ayuntamiento a los escoltas de los amenazados que invita a uno de ellos a sumarse a la delegación que defenderá la candidatura 2016 de la ciudad.

Bien sea porque se trata de un integrador incorregible, bien porque desde su condición de facultativo está acostumbrado a derivar pacientes al especialista, bien porque aún lo ignora todo en torno a Donostia 2016, el nuevo alcalde donostiarra, ‘Txapela’ -en adelante, Juan Carlos Izagirre-, ha invitado a Odón Elorza a sumarse como un solo hombre a la delegación que el lunes combatirá en Madrid.

He aquí una lección de vida. Apenas acabas de demostrar que no sabes irte y ya te están brindando la oportunidad de demostrar que sabes volver. Tus rivales, por supuesto. Cuando tus amigos te han abandonado, ellos permanecen a tu lado. En política y en periodismo, lo importante es tener enemigos en todo el arco parlamentario.

En campaña, dijo Elorza que él mismo era su peor enemigo. Acertó. Si hubiera incurrido en el desliz de mencionar a su segundo peor enemigo, no hubiera podido omitir a sus compañeros de partido. Y aunque llegar parece fácil y lo complicado siempre será saber marcharse con decoro, hay que reconocer que Izagirre se las ha arreglado para que un desembarco parezca un partido de golf. Ayer mismo, la inauguración de los Cursos de Verano de la UPV reunió a dos cargos públicos: uno jamás ha trabajado al margen de la política y el otro sí; uno nunca ha ganado unas elecciones y el otro sí. Dicho lo cual, Izagirre escuchó atentamente los sabios consejos democráticos del lehendakari.

En efecto, algún día habrá que establecer un relato mínimo común múltiple sobre lo acontecido en el País Vasco en las últimas décadas, pero parece que son asuntos en los que no corre prisa. Hace unos días la nieta de Franco asistió en calidad de invitada a la inauguración del Museo Balenciaga. Allí estaban Jaime de Marichalar y Nati Abascal. Al parecer, aquello fue un ‘¡Hola!’ de Energía Ciudadana. Puede que las culpas no se hereden, pero confiábamos en que las prebendas, tampoco. La cultura nos hará mejores personas, pero recurriremos a las importaciones para que los niveles de tufo y zafiedad se mantengan dentro de los parámetros habituales.