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Alberto Moyano

El jukebox

Vende tu alma al Diablo, tu banco amigo

Desconcierta la insistencia con la que, incluso en estos tiempos de desplome inmobiliario, los bancos insisten en quedarse con los pisos de aquéllos que ya no pueden hacer frente a la hipoteca, sin menoscabo de que sigan arrastrando de por vida la deuda aún pendiente de abonar.

Desde unl punto de vista estrictamente usurero, el problema no radica tanto en los morosos en sí mismos, sino en el peligro de que cunda el ejemplo. Se trata, en definitiva, de aplicar las enseñanzas que nos legó Mao: ‘Castigar a uno para enseñar a cien’.

Sin embargo, no cabe duda de que la cuestión es lo suficientemente compleja como para admitir un amplio margen de flexibilidad en la búsqueda de alternativas. En este punto, cabe preguntarse si por ejemplo no sería mucho más interesante que, en lugar de con nuestros pisos, los bancos se quedaran con nuestras almas.

Bien visto, se trata de un producto financiero mucho más atractivo a medio y largo plazo -la esperanza de vida se sitúa en los 84 años, también para los vampiros- y no hay que olvidar que estamos hablando de un sector económico mayoritariamente compuesto por auténticos desalmados.

Yendo a la letra pequeña, es evidente no todas las almas tendrían el mismo valor catastral. No es lo mismo un alma pura e inmaculada de protección oficial que otra con vistas al Purgatorio, no digamos en primera línea de Infierno. En cualaquier caso, la transacción debería efectuarse bajo la supervisión notarial del obispo de guardia.

Son tiempos difíciles y todos tenemos que ser comprensivos. La ciudadanía dedica buena parte de sus recursos económicos a tareas prioritarias, bien rescatando a Grecia mediante su demolición -hasta que todo el país se convierta en un gran Acrópolis-, bien financiando la instauración de la democracia en Afganistán.

Esto es sólo un punto de partida para iniciar las conversaciones. Estamos abiertos a estudiar otras posibilidades. De hecho, si no cuela la fórmula de alma a cambio de hipoteca, podríamos empezar a barajar otras opciones, como la entrega al banco de nuestro cuerpo, en rigor, de lo que quede de él tras la reforma laboral en curso.


julio 2011
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