El candidato del PNV a diputado general de Álava denunció ayer públicamente que los dos junteros de Ezker Batua le habían negado su apoyo por no ceder a su exigencia de colocar a 43 de sus militantes, cifra que hubiera situado a la coalición de izquierdas al borde del pleno empleo.
Cuando hablamos de la “izquierda transformadora” lo hacemos en el sentido más electricista del término ya que, tras la retórica, acaban apareciendo los ‘enchufes’. Por decirlo en otras palabras, los dos junteros de EB tan sólo aspiraban a pasar de 125 a 220 voltios. En cuanto al PNV, su reacción ha estado a la altura de la de cualquier catequista atacada en su integridad moral y, en este punto, ha recordado que no es una agencia de colocación, aunque quizás debería aceptar que cuando uno va recibiendo proposiciones deshonestas por la calle es quizás porque parece que la está haciendo.
Por una razón o por otra, las diferentes franquicias de Izquierda Unida se han convertido tras el 22-M en el mejor aliado del Partido Popular, aún a costa de inmolarse a cámara lenta. Si finalmente se trata de una pinza, debe ser la primera de ‘usar y tirar’ tras un solo uso.
Todo esto ya deberíamos haberlo sospechado porque en política no existen las medias tintas y una vez que se empieza a mentir ya no hay forma de parar. En el caso de IU, existían serios indicios. De hecho, si no era Unida, ¿por qué habría de ser Izquierda?