La #spanishrevolution es un movimiento que fluye por los cauces alternativos que actualmente nos brinda la sociedad de la información, maximizando las prestaciones que las redes sociales han puesto a nuestra disposición y al margen de los tradicionales medios de comunicación, útiles en otros tiempos, pero obsoletos por el implacable paso del tiempo.
Sobre el papel -valga la paradoja-, claro, porque en realidad el gabinete de comunicación y propaganda de los ‘indignados’ apura los atardeceres estivales cronometrando el minuto y el espacio que los telediarios dedican a sus movilizaciones. En cuanto a la prensa escrita, simplemente la devoran desde sus ‘tablets’, con perdón por la expresión. Y cualquier signo suspectible de ser interpretado en clave de desafección es castigado inmediatamente por una pataleta pública que hace palidecer las habituales exigencias de los jefes de prensa de los partidos e instituciones más rancios.
Todo esto se lleva con mucha más comodidad desde blogs y twitter, en donde a nadie se le ocurre recriminarte por ignorar olímpicamente los imparables progresos -a día de hoy imperceptibles para el ojo humano- de la #spanishrevolution.
Hoy, un periódico de difusión nacional ha olvidado reseñar en primera las movilizaciones de ayer en Madrid, lo que le ha costado no sólo un suscriptor, sino también y lo que es peor: las prolijas explicaciones que suelen acompañar estos raptos públicos de indignación. Una estrategia inteligente por parte de los medios pasaría por aplicar las enseñanzas de ‘Supernanny’ a la cobertura de la revolución, según las pautas de comportamiento infantil: más espacio cuanto más intrascendente, más dedicación cuanto más irrelevante. La infancia malcriada aguanta estoicamente las broncas, pero no soporta que le ignoren.
Masajeaba hace unos días ‘The Economist’ al 15-M con una frase que era un puñetazo disfrazado de caricia: “Los indignados no saben lo que quieren, pero ya lo han empezado a conseguir”. Dejando de lado la licencia poética que supone considerar un “empezar a conseguir” las vaporosas promesas que Rubalcaba ni siquiera tendrá la posibilidad de incumplir, no ha habido enmienda a la totalidad más cruel contra el 15-M, que proclamar que dos meses y miles de asambles después, aún no sabe lo que quiere.
Inopinadamente y lejos de elevar sus protestas al cielo, los ‘indignados’ retuitearon la frase ebrios de entusiasmo. Si al final, va a resultar que sólo reclamaban un poco de cariño, el único bien de consumo que aún no regulan los mercados, con permiso del 15-M.