En materia de fiscalidad, las matemáticas son una ciencia exacta, pero más o menos, sólo relativamente. Digamos que lo son en la misma medida que la advinación del futuro es una ciencia oculta, pero poco, porque es evidente que se trata de otra modalidad del timo para incautos.

La democracia es ese sistema basado en esa alternancia en el poder que permite descubrir que las cuentas heredadas nunca cuadran. La escena se repite por toda España y aquí no existe el hecho diferencial vasco: el nuevo equipo rector de la Diputación de Gipuzkoa asegura que las cifras que les legó su predecesor constituyen un ejercicio de ilusionismo cifrado en torno a los 101 millones de euros.

Al parecer, el malentendido pivota en torno al motivo poético sobre el que el Luis Cernuda levantó toda su obra bajo el título de ‘La realidad y el deseo’. Así, mientras las estimaciones de aumento de la recaudación realizadas por el anterior equipo foral se situaban en torno al 7%, la realidad las ha dejado en un -3,8% .

En cualquier caso, está por ver si alguna otra institución europea, tanto nacional como regional, se hubiera atrevido a hacer suya esa previsión del 7%, dados los tiempos que corren. Desde este punto de vista, hay que saludar el optimismo foral. Por desgracia, parece ser que las ensoñaciones no puntúan a la hora de cimentar la confianza de los mercados.

Ahora, el equipo económico de Bildu deberá realizar una terrible esfuerzo: ni más ni menos que equilibrar el desplome de los ingresos con las infinitas suspensiones de proyectos en curso, de forma que las sumas y las restas den como resultado cero.

Mientras tanto, que ni unos ni otros se preocupen por la imagen que están ofreciendo. El día en el que un nuevo ejecutivo valide las cifras del anterior sospecharemos que hay gato encerrado. Ahí está el caso de José Luis Bilbao, que aún no ha denunciado a su predecesor.

Por lo demás, yo también quiero que me suban los impuestos, a condición de pagarlos en Alemania. Siempre he querido ser un magnate extranjero. Las cuentas públicas vascas y españolas se asemejan cada día más a la tradicional estafa piramidal y me temo que en tiempos de crisis, el esoterismo financiero se sitúa muy por encima de mis posibilidades. La creciente exigencia de sufragar servicios que nunca recibiremos empieza a resultar asfixiante. Se empieza defraudando a Hacienda y se termina evadiendo un capital que ni siquiera tienes.