El hecho de que el centro esté llamado a emprender la búsqueda de la Excelencia (el rey de España) y se encontrara con que únicamente asistía su Alteza (el príncipe de Asturias) no empañó en absoluto el acto inaugural del Basque Culinary Center ayer en Donostia.
Los príncipes son esos dos seres que recorren la geografía española inaugurando en su interminable periplo cuanto edificio extravagante encuentran a su paso. En esta ocasión, ha habido suerte porque el arquitecto se decantó por una línea ‘vintage’, inspirándose en una pila de platos listos para fregar en lugar de por un lavavajillas de última generación. Un grupo de intelectuales que, aprovechando la ausencia de documentales de La 2 durante el horario matinal, se acercó hasta el lugar de autos recibió a los príncipes, a los gritos de “¡guapo!” y “¡guapa!”, de acuerdo con lo contemplado en el estricto protocolo para estos casos. Lo cierto es que el aspecto de Letizia inhibe un tanto el apetito.
A razón de 8.000 euros la matrícula y con un 40% de paro juvenil, el Basque Culinary Center es una iniciativa que va en la dirección adecuada ya que se convierte en un centro pionero en toda España al permitir cursar una carrera y acceder a un título universitario a los aspirantes a ejercer un oficio que hasta ahora, al menos, no lo requería. Por decirlo de otra forma: la cocina sigue los pasos que en su día dio el periodismo, ahora vemos con qué resultados. Tan sólo queda la duda de si los 58 alumnos serán capaces de aprender en tan sólo cuatro años conocimientos mucho más complejos que los que necesita adquirir un médico invirtiendo casi el doble de tiempo.
La habitual torpeza política de Bildu puso la nota simpática al acto. La presencia de sus representantes en la inauguración hubiera puesto en apuros a los representantes de la institución real, obligados a posar en su compañía con gesto complacido, por no hablar de apretones de manos e inevitables gestos de complicidad en tan distendido ambiente.
Basagoiti, el más listo de la clase, así lo ha apuntado, quizás, con la imagen del brindis de Ramón Gómez y el alcalde en el recuerdo. Desde Zarzuela se felicitan por la decisión bildutarra, por más que disimulen y en esta ocasión se ahorren el habitual telegrama de agradecimiento a la coalición por su excelente tino al no asistir al acto, así como por su comportamiento irreprochable a la hora de desertar de sus obligaciones.
Treinta años convocando concentraciones para protestar por las sucesivas visitas de los representantes de la monarquía y para una vez que están invitados, no aparecen. He aquí la construcción nacional, ese proceso que explica por sí solo la asombrosa proliferación de escombros en la parcela vasca.