José Ignacio Wert incurrió ayer en su enésimo error de cálculo al definirse como “un toro bravo” que “se crece ante el castigo”, confundiendo el europeo “crecer” con el castizo “venirse arriba”, algo impropio de un ministro de Educación. La comparación con el toro bravo, simplemente, ya no procede una vez que nos hemos hartado de ver ejemplares de una mansedumbre inusitada, criados a la mayor gloria del matador. Quién no recuerda las imágenes de Jesulín lamiéndole el asta a un morlaco, al que si no sodomizó en directo y sin que la bestia reaccionara fue tan sólo por desconocimiento del Cossío, tal era el habitual estado politoxicómano del aletargado animal.
A estas alturas, da igual que si la gestión de Wert sea acertada o no: para cuando dé sus frutos, buenos o envenenados, ya no estará en el cargo. Lo único cierto es que ahora mismo tiene a todos los gremios afectados en su contra y en estos casos la percepción de la realidad opera igual que si fuera la propia realidad. No es que el ministro de Educación haya crecido con el castigo, sino que los recortes le hacen parecer más grande, un efecto óptico. Más que a la del toro bravo, Wert pertenece a la estirpe de la vaquilla propia de las fiestas de pueblo, enloquecida por el acoso de los mozos. Por no mencionar la cuestión de qué pintaría un toro bravo al lado Rajoy, un especialistaz en espantadas que sólo alcanzará la categoría de Curro Romero el día que consiga completar una lidia más o menos digna frente a la ganadería Merkel.
En cuanto a la teoría de que el ministro es tan sólo una cortina de humo para que no hablemos de los temas importantes, como fumador activo con una dilatada experiencia en ambientes irrespirables me veo obligado a presentar una enmienda a la totalidad. La educación es importante, la cultura también lo sería en cualquier otro país europeo y el deporte, no lo es pero lo parece. Wert está en desventaja: ante el castigo, tan sólo se crece, mientras que, por el contrario, sus rivales se multiplican. En el mejor de los supuestos, pasará a la Historia como el ministro de Educación que alumbró la primera generación catalana de castellanoparlantes independentistas.