1) En efecto, al ya ex diputado en Cortes le han tendido una trampa. La hipótesis es plausible. Para avergiguar quién, convendría indagar en su círculo más cercano ya que es obvio que se trata de alguien que está al tanto de su falta de luces. La imagen de un representante del pueblo husmeando por las murallas de Pamplona en busca de papeles comprometedores resulta estéticamente punible, menoscaba la ‘marca España’ y refuerza la teoría de que para un diputado es del todo imposible realizar su trabajo en ausencia de su iPad. Llegado el momento, la existencia de los supuestos emails probarán su inocencia y lo que es aún peor, su memez.
2) El diputado dedica sus horas libres al chantaje. En este caso, se le podría acusar de muchas cosas, aunque seguramente no de original. Para quienes han subrayado la improbabilidad de que un hombre como Cervera se juegue su carrera por tan sólo 24.000 euros, recordarles que lo mismo se dijo de Francisco Camps y sus tres trajes a medida o de Iñaki Urdangarin, dueño en usufructo de una economía saneada para varias generaciones y sin embargo. En este punto, recordar que si algo caracteriza la corrupción española no es la abundancia de casos -que también-, sino su carácter asequible, al alcance de todos los bolsillos. Hoy en día, prácticamente cualquier español puede adquirir los servicios de un servidor público, ya que la oferta es tan amplia que abarca desde los más modestos sobornos a cambio de favores hasta la compra de altos cargos mediante transferencia bancaria a una cuenta en el extranjero.
3) Cervera oculta algo, aunque no exactamente el típico caso de chantaje-soborno, con lo cual habría que elaborar una nueva hipótesis mezcla de las dos anteriores y aliñada con algún sórdido escándalo, quien sabe de qué tenor. El diputado asumiría todas sus responsabilidades políticas, dejaría todos sus cargos y cesaría en cada una de sus funciones, todo con el objeto de que el caso se olvide cuanto antes y se salde sin más daños que su maltrecha imagen, en la confianza de que el inexorable paso del tiempo haga el resto, como es habitual con estas cosas en este país.