La Navidad es una práctica que no admite disidencias. Su epicentro es la Nochebuena, un espacio en el que, al igual que sucede en los aeropuertos, los derechos civiles del individuo -incluido el de autodeterminación- quedan en suspenso. El argumento más recurrente para cazar a lazo a los comensales constituye una abierta confesión de su condición profundamente indeseable: “Es que sólo nos juntamos una vez al año”. “Y porque no hay forma de evitarlo”, convendría replicar. Ante la imposibilidad de mantenerse al margen de la liturgia, centraremos nuestros esfuerzos en abreviarla. He aquí una serie de recomendaciones:
1) Advertir de nuestras intenciones manifestando desde un primer momento nuestra repulsa por la convocatoria y recordar que sólo estamos ahí para cambiar la Nochebuena desde dentro.
2) Mostrarse obsequioso por igual con todos los miembros de la familia, tanto de la propia como de la política. “¿Os apetece una copa antes de cenar, mientras voy poniendo algo de Benito Lertxundi?”, puede ser una buena pregunta a la hora de sembrar la semilla de la división y la discordia cuyos frutos recogeremos a lo largo de la cena.
3) Sin que se repongan, preguntar: “¿En qué cadena queréis que veamos el mensaje del rey? Si no os apetece, no pasa nada ¿eh? Lo grabo y lo vemos luego. Tengo por costumbre tomarme una uva por cada vez que dice eso de que ‘es necesario el esfuerzo de todos para salir de esta crisis’. Un año acabé en Urgencias. ¿Os apetece que lo hagamos?”
4) Llenar la mesa de productos Campofrío y justificarlo con un “es que estamos en crisis” que inhibirá el apetito hasta del más voraz invitado. De seguido, pulsar todas las teclas del anuncio hasta dar con aquélla que desate una discusión en la mesa que haga saltar chispas. Ejemplo: “A mí Fofito siempre me ha dado mucha pena”.
5) Dejar que los ánimos se reposen durante unos minutos para, a continuación, reavivar el mal rollo con una batería de afirmaciones que solivianten la cena, tipo “siempre he creído en la inocencia de Urdangarin”, “lo cierto es que Casillas no está en forma” o “las medidas de Rajoy acabarán ofreciendo resultados positivos”. Aunque os cueste creerlo, siempre habrá alguno que respaldará vuestras tesis por disparatadas que sean.
6) En situaciones de tensión, hay personas que tratan de eludir el conflicto entregándose a la comida de forma compulsiva. Neutralizar este tipo de comportamientos escapistas mediante comentarios disuasorios. Por ejemplo : “Para un poco con el marisco, que te vas a poner como Garzón”. Y tras unos segundos de silencioso estupor, resolver: “Tranqui, que es broma. Sigue zampando, hombre, que tengo más”.
7) Bien avanzada la cena, Volver a la carga. “¿Qué tal estaban los langostinos? Lo pregunto porque los cogí de una grieta en un muro, tras recibir un email anónimo. La verdad es que ni los he probado, me daba no sé qué. ¿Alguien quiere más champagne?”
8 ) Mostrar interés por la marcha de la velada. “¿Lo estáis pasando bien?”. Y sin tiempo para que mediten la respuesta, apostillar: “Yo, fatal. No puedo olvidarme de toda esa gente que lo está pasando mal por haberse gastado el dinero de la hipoteca en pantallas de plasma. En fin, es horrible… ¡¡¡que levanten la mano los que quieran turrón de cigalas!!!”.
9) Consultar el reloj cada diez minutos y, llegado el momento, despachar a nuestros seres más queridos: “Qué pena que os tengáis que ir a la Misa del Gallo. Os invitaría a verla aquí, pero creo que sale el Papa. Ya lo siento”.
10) Como buen anfitrión, acompañar a los invitados hasta la puerta y despedirles con un mensaje optimista: “El año que viene, en vuestra casa,¿eh? Si es que no os han desahuciado aún, claro… Por cierto, ya que os vais, ¿os importaría dejar la basura en el contenedor? Ya sabéis: azul para el papel, verde para el vidrio y amarillo para el plástico. Con los orgánicos podéis hacer lo que os apetezca, igual hasta os los lleváis a casa, ja, ja, ja… . Bueno, majos, Eguberri On!”