Martin Garitano ya ha exhibido una admirable pericia a la hora de tomar decisiones, pues ni siquiera ha necesitado tener un programa de gobierno para decidir cuántos serán los encargados de aplicarlo. De once departamentos pasamos a ocho, en línea con la doctrina Cospedal, otra prueba palmaria de la normalización política vasca y de que cuando uno está al frente de las instituciones, la ideología siempre sucumbe a las necesidades.

El diputado general se ha reservado, entre otros departamentos más o menos pintorescos, el de Participación Ciudadana, -para los profanos, el arte de convertir las diferencias políticas en enemistades personales-. Una vez más, hay que remitirse a las reuniones de comunidades de vecinos, en donde hasta los mayores consensos se expresan a gritos y se celebran con el lanzamiento de antiguos reproches.

Por lo demás, en apenas cuatro días, el nuevo hombre fuerte de Gipuzkoa ya ha
conseguido lo que ninguno de sus antecesores en largos años, ni rivales
durante la campaña: que alguien le suplante en las redes sociales. A Gartinano le sucede en Twitter lo mismo que al Gremlin en el agua: su inmersión provoca que se multiplique. Por lo demás, parece que puede cenar después de medianoche.

Al
parecer, el impostor fue descubierto cuando empezó a desgranar en 140
apretados caracteres su programa de gobierno para los próximos cuatro
años. Por volver al principio, el nuevo gobierno foral contará con ocho departamentos, nueve si incluimos al falsario. Curiosamente, estar haciéndose pasar por quien no es realmente constituye la principal acusación que Bildu ha tenido que afrontar incluso desde antes de su legalización.

En cuanto al resto de órdenes de la vida, quedamos a la espera, Los agoreros ya anuncian que esta legislatura que comienza con la invitación a Bildu para que exija a ETA que cese su actividad, terminará con la exigencia a ETA de que pida a Bildu que inicie la suya. Desde el optimismo democrático, es difícil cifrar cuál de las requisitorias tendrá más éxito.