Sinceramente, empiezo a sospechar que Bildu nos engaña. Quizás sea cierto está actuando con doblez. Se mire como se mire, no resulta fácil comprender su comportamiento, por mucho empeño que uno ponga. Porque la verdad es que ante la endiablada evolución de los acontecimientos, cualquier independentista de pro hubiera renunciado ya a la Capitalidad Cultural Europea, dando de paso una lección sobre educación en valores y no sé qué.
Primero fueron los exabruptos y coces dialécticas de Rosa Aguilar y Juan Alberto Belloch. Y ayer, doble ración. Primero, a cargo del alcalde de Córdoba, que cree haber descubierto su propio caso Faisán, versión 2016, email anónimo mediante, en el que se denunciaría que un miembro del jurado -quien sabe si con antecedentes por kale borroka- aconsejó a la candidatura donostiarra cómo mejorar su propuesta, algo que por otra parte ya hizo el jurado en pleno públicamente en septiembre pasado con todas y cada una de las ciudades a concurso, y con el resultado ya sabido.
Y después, mediante la pasmosa nota difundida por el Ministerio de Cultura, en el que el departamento que con tanto desatino dirige Ángeles González-Sinde, en lugar de indicar a los sollozantes de Zaragoza y Córdoba que es hora de recoger sus juguetes e irse a la cuna, nos humilla a todos -sobre todo al jurado internacional-, anunciando que abrirá una investigación sobre la designación donostiarra, una pantomima destinada a sofocar el llanto de los dos mencionados lactantes y, por decirlo todo, a lograr de paso que les -nos- dejen en paz de una vez.
Ante este panorama, la única respuesta nacional y de clase que cabría esperar del separatismo radical vasco pasaría por renunciar al título alegando que encontrar nuevas fórmulas de enfrentarnos el 51% de los vascos contra el 49% restante ya resulta una tarea lo suficicientemente ardua y absorbente como para malgastar esfuerzos en una pelea en el barro con otras comunidades españolas. A estas alturas, los miembros del jurado estarán en perfectas condiciones como para comprender que representar a España en cualquier evento cultural, así sea Eurovisión, equivale a cargar con un lastre demasiado pesado. Por cierto, en la nota de renuncia se poldría incluir también una recomendación expresa a favor de la candidatura segoviana, por ejemplo.
Y si a Bildu le da vértigo todo esto de la secesión, que reclame pasos previos a la independencia, como podría ser la anexión del País Vasco a Bélgica, país con experiencia en autoliquidaciones y que disfruta desde hace más de un año de la ausencia de un gobierno. De hecho, si en Aragón y Andalucía quedara un ápice de cordura harían exactamente lo mismo, alegando que el estado natural de España es vivir siempre al borde del fallo multiorgánico.