La imparable decadencia europea hizo síntesis con la crisis de los medios de comunicación en esa jornada aciaga en la que la mismísima BBC dio cuartelillo a un broker de la orden mendicante para que, acto seguido, el mundo evolucionará satisfactoriamente de loco a idiota.
Un personaje de Evelyn Waugh lamentaba en ‘Retorno a Brideshead’ que ahora se llama aristócrata a gente que no se ha sumergido en su vida en una bañera de cobre, por eso extraña aún más el pábulo otorgado al mendigo trajeado. Fue la literatura victoriana la que acuñó expresiones del tipo “su constitución ósea delataba un árbol genealógico devastado por el hambre”. No obstante, de qué han servido estas enseñanzas, si un menesteroso se ha colado en la cadena británica de referencia para anunciar un apocalipsis que, para colmo de ineptitud, suena a buena nueva.
Además de los profesionales, sólo chonis, poligoneros y clase media venida a menos acepta salir en la televisión voluntariamente. Si un broker se presta a semejante escarnio en horario laboral y bajo la tarifa media de programas tipo ‘El diario de Patricia’ es que su situación es desesperada. Qué clase de ángel exterminador anunciaría el fin del mundo sin un gatito que llevarse a la mano derecha, para acariciarlo distraídamente entre predicción y predicción.
El periodista nunca debe ser noticia, por lo tanto, me conformaré con citarme a mi mismo, cuando a media tarde de ayer tuiteé que estábamos ante un indigente espiritual que en su día se compró la cafetera de George Clooney. Debo corregir y ampliar los 140 caracteres: Rastani sólo era otro imbécil y encima, heraldo de grandes noticias. Hay que ser muy párvulo para sostener con seriedad que alguien -así sea un banquero- dirige un mundo que hace tiempo que va a la deriva a la vista de todos.
La crisis económica empezó cuando los pelagatos ascendieron a mediopelistas. A partir de ahí, los mecanismos que rigen la movilidad social se pusieron en marcha en cascada. Tan demencial es que la BBC haya dado minutos en antena a Rastani como que haya inversores dispuestos a poner en sus manos un chelín.
Lo más probable es que el ‘broker de pedir’ tan sólo sea otra víctima de esos libros de autoayuda, que indefectiblemente empiezan con la frase “los chinos utilizan la misma palabra para designar ‘crisis y oportunidad”. Cuando Elena Salgado se percate de que un día tuvo que responder en directo a semejante ‘gixajo’ no le quedará más remedio que llamar a Aramis Fuster si quiere conservar la coherencia, ese sustitutivo de la cordura.