Alberto Moyano
El debate que ‘La ciudad se mueve’ propone cada jueves en Teledonosti
abandonó anoche los asuntos locales y municipales para adentrarse en el
insólito mundo del llamado proceso. De lo vertiginoso que está el
asunto da cuenta el hecho de que las entrevistas grabadas a los
representantes municipales en torno a la manifestación convocada mañana
estaban fuera de lugar tan sólo una hora antes de empezar el programa,
aunque finalmente recuperaron el sentido, tras el cambio de lema
anunciado por el lehendakari.
El debate entre los cinco ciudadanos sin adscripción política conocida
transcurrió por los cauces más o menos habituales, aunque cojeó por la
ausencia de alguien que asumiera las posiciones de la izquierda
abertzale. No hubo nadie que lo hiciera, probablemente, porque a día de
hoy ya nadie sabe cuáles son éstas.
El príncipe de la noche, fue sin duda, ese descomunal ejercicio de
cinismo y/o esquizofrenia consistente en sostener que «vivimos en una
democracia en la que los partidos políticos actúan al margen de la
voluntad de los ciudadanos». Esta frase, que necesariamente encierra al
menos una falsedad, se ha convertido en recurrente en estas tertulias,
por cuanto permite al común de los mortales instalarse en una especie
de chill-out moral.
El otro fenómeno que crece y crece a la sombra del proceso, éste más
novedoso, es la entronización de Josu Jon Imaz como dirigente de altura
y estadista de pro, una canonización cuyo impulso corre a cargo, no de
los simpatizantes del PNV, sino de gentes tan dispares que
probablemente lo único que comparten es no haber votado jamás al
partido jeltzale ni tener intención de hacerlo en los próximos lustros.
Curioso.