Alberto Moyano
Las palabras más interesantes de la Gala de los Premios Goya celebrada anoche no se pronunciaron con toda seguridad sobre el escenario del Palacio de Congresos, sino en el patio de butacas. El apoteosis de esta tendencia fue Alfredo Landa, cuyo discurso en el atril fue preocupantemente ininteligible, mientras que resultó relativamente fácil entender sus palabras estupefactas mientras Alberto San Juan recogía su estatuilla al mejor actor: “Menudo palo. Y es que el creador del ‘landismo’ se había cansado de proclamar, desde su nominación y hasta la mismísima puerta de la gala, que su interpretación era la mejor del año. En su modesta opinión, claro.
El otro asombro indisimulable de la noche fue el que transmitió el rostro de Elías Querejeta -moviendo la cabeza en señal de negación- mientras veía cómo ‘La soledad’ se levantaba el Premio a la Mejor Dirección primero y Mejor Película después, dejando a dos velas a (maldita la) Gracia Querejeta.
No apareció Javier Bardem, alegando que mañana tiene que estar en la gala de los nominados a los Oscar, la misma a la que, por cierto, asistirá Alberto Iglesias, que sí estuvo anoche en Madrid. Al pobre le tocó comparecer sobre el escenario junto a Najwa Nimri, que es como visitar Dallas en compañía de la familia Kennedy.
Por lo demás, el desfase horario de treinta minutos con el que TVE retransmitió la gala permitió, por segundo año consecutivo, conocer el palmarés -vía teletexto de la propia cadena- antes de que se emitieran las imágenes correspondientes. La cadena pública, por cierto, insertó en cada pausa publicitaria un anuncio de las películas que emitirá los domingos de este mes. Bajo el epígrafe de ‘El mejor cine’, el espectador pudo comprobar que las producciones españolas brillaban por su ausencia.