Alberto Moyano
Ante la noticia de que la primogénita de los Reyes ha adquirido una consultora de inversión, la primera pregunta que surge gira en torno a qué inquietudes pueden animar a una profesora de guardería con aficiones hípicas a sumergirse en las procelosas aguas de la economía global.
Aunque la compra se efectuó el pasado mes de diciembre, sería tan injusto vincular este hecho a las actuales turbulencias económicas como relacionar a la infanta con el agudo deterioro físico y de otros órdenes que Jaime de Marichalar ha experimentado durante el período de convivencia de ambos.
Y a pesar de todas las aparentes incompatibilidades, se puede recurrir a la literatura de ciencia-ficción para recordar que si los tres precogs de ‘Minority Report’ eran capaces de predecir quién y cuándo cometería un delito, quizás Elena de Borbón esté tan cualificada como cualquier otro para desentrañar ese mundo de pulsiones ocultas, informaciones privilegiadas y temores insondables que, a día de hoy, parecen haberse adueñado de los mercados.
La consultora en cuestión responde al nombre de Global Cinoscéfalos, de innegables resonancias a paraíso fiscal, pero por si hay que despejar dudas, vaya por delante la calurosa bienvenida a la nueva firma.
Estamos ante una oportunidad única para que un miembro de la Familia Real esgrima ese recurrente lema empresarial en torno a “devolver a la sociedad una parte de lo que nos ha dado”. Y no hay que desdeñar esos 3.600 euros de capital social. Con parecida cantidad arrancó el Ligthouse Consulting de Badiola y mira a dónde ha llegado.