Alberto Moyano
Hoy, en su Día Internacional, los libros salen a la calle para que los tímidos, a los que tanto apuro produce entrar en una librería, no tengan necesidad de hacerlo.
Aprovechen pues estas últimas oportunidades antes de liquidación, ahora que otra vez se anuncia la inminente defunción del libro en su actual formato. Dieciséis casetas en la Plaza de Gipuzkoa, todas las novedades -si, sí, sí, también la de Ruiz Zafón, 10% de descuento y hasta -¡ah, palabras mágicas!- libros de regalo.
Como la costumbre es ir a la citada plaza donostiarra para leer en público un párrafo cualquiera, aquí va éste, de la novela de Martín Caparrós ‘A quien corresponda’ (Anagrama, 2008), historia de un enfermo desahuciado que trata de averiguar qué fue de su novia, desaparecida treinta años atrás, durante la dictadura militar argentina.
“Digamos que no pudo soportar lo que llamamos latortura. Latortura es una forma barata de llamarlo: gentileza hacia el lector o el interlocutor, una manera de la deferencia o de la cobardía -una agachada. Llamarlo latortura no supone ninguna descripción: no muestra un cuerpo vivo atado de las muñecas a una soga que cuelga del techo y el cuerpo a su vez que cuelga de la soga mientras los brazos se van estirando, descoyuntando, deshaciendo en el esfuerzo de sostener el cuerpo que ya nada sostiene, que sólo sus enemigos necesitan; no muestra un cuerpo vivo atado al que una mano agarra por la nuca para hundirle la cabeza en el agua o en un agua repleta de basura mierda bichos para que vea cómo le pueden convertir en agua el aire, el aliento en ahogo, la vida en un momento…”