Alberto Moyano
1) El ingeniero austríaco Josef Fritzl encerró a su hija hace veinticuatro años en un sótano debajo del jardín de su casa y desde entonces se ha dedicado a maltratarla y violarla, fruto de lo cual, ha tenido siete hijos. Uno de ellos murió a los tres días de nacer y su cuerpo fue incinerado por Josef. Tras ser descubierto, el jubilado, de 73 años, ha guardado silencio durante 48 horas y posteriormente lo ha contado todo, con detalles y sin dramatismos.
2) Como de alguna forma hay que abordar el tema, la prensa ya le ha bautizado como ‘el monstruo de Amstetten’, siendo ésta la localidad en la que sucedieron los hechos y ‘monstruo’ el profiláctico que permite acercarse al individuo, dejando claro que pertenece a una especie que nada tiene que ver con la nuestra. Sin embargo, sólo un humano sería capaz de repetir sus acciones. De la existencia monstruos así, nunca hubo noticias.
3) La vista se ha girado inmediatamente hacia los vecinos. ¿Cómo es que no notaron nada raro? Al parecer, Josef, que ya tenía antecedentes por pederastia fechados allá por los años sesenta, viajaba de vez en cuando a Tailandia. Por lo demás, un ciudadano ejemplar. Sí, siempre estaba de obras en casa. Efectivamente, de su chimenea salía un humo negro pestilente. Claro, pululaba mucho de noche. ¿Y qué? En materia de vecindades, sólo hay dos posturas posibles: una, ignorarlo todo sobre sus componentes. Dos, observarlos con atención y contemplar así todo un catálogo de comportamientos extraños, actitudes sospechosas y costumbres inexplicables. Lo verdaderamente anormal es que todo aparente ser normal.
4) Elisabeth Frizl ha vivido veinticuatro años en el sótano. Para hacernos una idea, entró poco después de que Arconada fallara estrepitosamente ante el lanzamiento de falta de Platini en la final de la Eurocopa del 84 y salió hace unos días. Tres de los hijos que tuvo con su padre se incorporaron con los años a la vida en la superficie de la tierra. Otros tres permanecieron debajo y nunca han visto la luz del sol. Presentan daños en piel y ojos, amén de disfunciones psicológicas aún por determinar. En estos casos, pensar en una lenta pero completa recuperación parece absurdo.
5) Los antecedentes delictivos de Josef no impidieron, no ya que la Policía creyera su rocambolesca versión de la desaparición de su hija a manos de una secta, sino incluso que adoptara a los tres nietos -que en realidad eran hijos- cuyo cuidado habría encargado la hija abducida.
6) A pesar de todo, la sensación de que aún apenas sabemos nada sobre el asunto es casi unánime.