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Alberto Moyano

El jukebox

Cita a ciegas, diálogo de sordos

Alberto Moyano

Ibarretxe acudía hoy a La Moncloa con la tranquilidad que da contar con una extensa colección de calabazas. Zapatero le esperaba allí con la determinación de una doncella ultrajada.

Fruto de tensiones sexuales no resueltas, el lehendakari pide baile una y otra vez a la misma persona. Siempre obtiene el mismo resultado, pero a la salida de la discoteca repite convencido: “Soy optimista. Lo tengo donde quería, es decir, en el bote”. Hoy lo ha vuelto a intentar por novena vez. En las anteriores, la respuesta fue siempre “no”, pero Juan José lo atribuye a que estaba pasando un mal momento, esa noche le dolía la cabeza o acababa de salir de una relación que terminó mal.

Hoy camina por los jardines de La Moncloa convencido de su éxito. Al salir de casa, como siempre que sale de diálogo, se ha despedido con un “no me esperéis mañana para desayunar, que esta noche pillo fijo”. ¿Cómo le va a decir que no a una propuesta seria y formal, cuando se dejó practicar tocamientos varios por parte de aquel grupo de acosadores? Y ahí va Juan José, caminando convencido mientras da vueltas en el bolsillo de su chaqueta a los preservativos que con tan grandes expectativas ha aquirido en la farmacia.

Mientras, en Moncloa, Zapatero hace votos para cortar de raíz esos rumores que desde hace tiempo recorren el pueblo y que le señalan como un hombre fácil. Es cierto que en el pasado frirteó con unos y con otros, y hasta dio cuerda a los delincuentes de la localidad, pero ahora se ha propuesto recomponer su virtud. De hecho, hasta ha aceptado hacerse acompañar de su hermano, el pequeño Mariano, siempre que salga de casa con chicos. Lo malo es que, fruto del desorden hormonal propio de la difícil edad que atraviesa, Mariano apenas sale de su habitación, entregado a dios sabe qué absorbentes actividades.

Finalmente, la entrevista se ha producido. “Soy optimista -ha dicho Ibarretxe a la salida-. Yo le gusto, él me gusta. Estamos condenados a pasar esta vida juntos. Hoy no era el día apropiado, pero hablaré con su padre y le convenceré de que soy la persona apropiada para compartir la vida con su hijo”.

“Me encanta que venga a visitarme porque la conversación con él siempre es agradable, pero no es mi tipo. Tengo que escuchar los dictados de mi corazón. Además, el hijo del alcalde y yo hemos empezado a salir juntos”.

Y así ha terminado la cosa por hoy. El uno no tenía nada que ofrecer; el otro, nada que ganar. En realidad,
a ninguno de los dos les apetece hacerlo con el otro. Todo empezó como
un juego, al que ya ninguno de los dos sabe cómo poner fin. Ibarretxe volverá a visitarle y Zapatero volverá a recibirle. Y así, hasta el final.


mayo 2008
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